martes, 24 de marzo de 2009

cIncuenta y dOs

Alguien que estaba sentado en el sofá lanzó un grito.

Mamá no gritó. Sus ojos se volvieron sombríos, oscuros, como distantes. La desesperación le dejó el bello rostro sin su radiante colorido; se diría que se había convertido en una máscara. Yo la miraba fijamente, tratando de decirle con los ojos que nada de aquello podía ser verdad.

¡No, papá no estaba muerto! ¡No, mi papá no estaba muerto! ¡No podía estar muerto... no, no era posible! La muerte era para la gente vieja, para las personas enfermas... no para alguien tan querido y tan necesario y tan joven.

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