En otoño de 1976, en Londres, podías sentir que el mundo temblaba. Sentía que lo que en Nueva York había surgido como una broma, se había hecho realidad en Inglaterra, gracias a un público más joven y violento. Y que, de algún modo, la importación del movimiento había creado algo nuevo y diferente. La cultura rock adulta, intelectual y bohemia de Nueva York, se había convertido en una movida loca y adolescente en Inglaterra. Recuerdo que aquel verano fui a ver a los Damned, que me parecían malísimos, con mi camiseta de la revista Punk. La gente se me tiró encima. Todo el mundo estaba emocionado con mi camiseta de Punk. No sabía qué decir. Estaba en el backstage y veía a centenares de chicos con el pelo teñido de rojo y la cara blanca. Llevaban cadenas, esvásticas y cosas clavadas en la cabeza, y yo pensaba, “Dios mío, ¿qué hemos hecho? ¿Qué hemos creado?”.
miércoles, 11 de marzo de 2009
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