Ya se aproxima mi hada. Mi ninfa del bosque. Mi amazona. Mi sacerdotisa. Su aroma dulce y cruel remonta las oquedades del sueño. Por un momento —pero muy breve, lo confieso—, la he confundido con la Desnombrada al escucharle murmurar que por fin ha de sembrarme en el vientre un nombre y un rostro verdaderos. Sus ojos son hipnóticos: espirales de éxtasis congelado. Su deseo frontal empuña ahora el filo luminoso de mi propia alborada. No será eterna esta noche.
domingo, 8 de marzo de 2009
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